jueves, octubre 18, 2007

Alejandro Dolina: un tipo cualquiera


Cada vez que al señor Alejandro Dolina se le adula o se le reconoce la calidad y genialidad de su trabajo literario, su inteligencia, sus capacidades como intérprete y compositor, o su talento volcado en su programa de radio, lo refuta inapelablemente.
"Yo no soy nada de eso que usted dice, pero muchas gracias", retruca. "Leí su gran libro y me encantó", le dijo un oyente, "¿gran libro?", le contestó… "para mí que usted se ha equivocado de autor". "Ha venido mucha gente hoy a ver este programa de radio y le pedimos disculpas por este suplicio que van a vivir por dos horas", dijo alguna vez.
Pués bien, ya que él es así, y debo mostrar al entrevistado tal como se muestra, voy a seguirle la corriente. Ahí vamos.
Publicó cuatro libros que en absoluto trazarán un antes y un después en la literatura moderna.
Emite todas las noches desde hace más de 20 años un programa de radio junto a un psicoanalista (Gabriel Rolón), un trompetista roquerito, trasnochador y pelilargo (Guillespi), un locutor pelado (Mario Mactas) y un pianista sordo, sí hipoacúsico, que precisamente no se llama Ludwing Van.
Eran las tres de la tarde en Buenos Aires. Una lluvia tozuda pintaba la tarde de un gris tan oscuro que invitaba a la hibernación. Suena teléfono y Maica, su asistente, me convoca para la entrevista a las 17 en el barrio de Belgrano. No había nada mejor para hacer.
Taxi, línea 168, una cuadra a pié hasta la calle Vuelta de Obligado, lluvia, más lluvia y 168 baldosas flojas. Timbre.
La doméstica abre la puerta, subimos una escalera.
La empleada me invita a sentarme en un salón comedor.
El lugar era una casa de las viejas con techo bien alto y puertas de casi la misma altura. A mi derecha, como en un living, un piano de cola estaba rodeado por dos paredes (de techo a zócalo) atestadas de libros. A mi noreste, unos sillones frente a una estufa a leña y justo a su lado, una computadora y dos operadores, mujer y varón respectivamente.
El varón se levanta repentinamente y desaparece del lugar, la mujer se presenta como Maica. Bellísima.
El hombre vuelve a mí. Tenía puesto un jogging negro, zapatillas al tono y una camiseta violeta perteneciente al club Villa Dálmine. Si, era Alejandro Dolina de entrecasa.
"¿Esta es su casa?", pregunto. "Si", responde. "¿Qué vamos a hacer", pregunta, "hablar de fútbol, de minas y de las cosas que hace usted", respondo, "bueno, de lo que hago yo puedo contestar algo, pero de minas y fútbol yo no entiendo…", refuta.
-¿Estudió alguna carrera?
Si, estudié derecho, pero no terminé la carrera. Después estuve dando lástima en algunas casas de estudio y nunca terminé ninguna. La que seguí por más tiempo es la que menos me interesaba.
Yo creo que debí haber hecho a carrera de Letras o alguna similiar.
- ¿Se lamenta no haberla hecho?
Si, lo lamento muchísimo.
- ¿Volvería?
Si, volvería y hasta es posible que lo haga.
- ¿Y no cree que siendo usted Alejandro Dolina sería un tanto complicado?
Si, es por eso que no la hice hasta ahora. No porque yo crea que soy nadie, sino porque se puede dar lugar a situaciones difíciles.
-¿Qué es lo que hace que le guste viajar a las provincias y hacer siu programa desde allí?
Me parece que el programa y otras cosas que yo hago tienen una entrada muy superior en las ciudades grandes de las provincias que en Buenos Aires, incluída en la República Oriental. Porque me parece que el impacto y la cautivida de la televisión en Buenos Aires es superior a la que se registra en otras ciudades de la Argentina. Pero más allá de eso hay una mayor avidez para temas relacionados con el pensamiento, con el arte, con la ficción y ciertas perplegidades que no interesan al público de Buenos Aires, que están más bien pendientes de asuntos más urgentes que importantes. “Los números del INDEC del mes pasado...”, qué se yo... Los vuelve locos. Buenos aires está muy enferma. Hay un promedio de locos muy grandes por cuadra. Uno puede pasear por Tucumán y encontrar un loco. Pero en Buenos Aires encontrar uno por cuadra. Y hay una indignación cósmica de la gente. Todos piensan que son víctimas de una conspiración y cada uno dentro de sí piensan que el país está lleno de delincuentes y que ellos son la excepción. Llaman a la radio y se quejan... Esta gente cree que todo lo que sucede en el país el obra de otros y que viven instalados en un hotel cuyo servicio no les gusta. Entonces se están quejando todo el tiempo.
maltrata a sus subalternos, no tene diálogo con sus porteros y encargados, trata mal a los cartoneros que están revisando su basura.
Estos males propios de las grandes metrópolis aparece mucho menos en el interior. Entonces hay tiempo para las relaciones interpersonales que están basadas en el conocimiento de las personas que se divierten con nosotros... Acá no sucede esto.
Solo con salir a La Plata la cosa ya cambia.
Estas ciudades han sabido mantener con orgullo ciertas relaciones que son propias de los pueblos chicos. Y ser un pueblo chico no está mal.
- Y a veces, esa gente que se queja mucho ¿lo llama y deja una queja como buscando que sea el portavoz?
No, no hay muchos mensajes de esos en nuestro programa. Llaman para preguntarnos si leímos un libro o para decir que quiren ser mis novias.
Cuando digo “la gente que llama a la radio” me refiero al general, al tipo que llama y dice ¡no puede ser, yo soy comerciante y me cobran que se yo...!, una cosa patológica. Gente que llama y confiesa al aire aspectos de su via que yo no le confesaría a un amigo. Es una patología muy propia de ciudades que están, por reducción de las relaciones amistosas, interpersonales y familiares, limitando a cada ciudadano a un contacto humano solamente con los medios. Gente llama mucho más a Radio 10 (Dios libre y guarde) que a su cuñado. Y le cuenta a los conductores del programa cosas que por ahí ni sabe el marido. “Mire yo engaño a mi marido”. Eso ocurre mucho más acá porque la gente está sola, terrible y desesperadamente sola y porque además está contaminada de malevolencia. No hay un solo mensaje de alegría.
Suponéte que las cosas no estén para estar alegres: no hay un solo mensaje de cariño. “Mi cuñado es un imbécil... Los comerciantes son todos ladrones...” Qué me importa...
Yo le quiero decir esto: ¿no será que exageramos un poco la influencia que el entorno tiene en nosotros? Yo me crié en un lugar donde llamar a la radio era impensable. Yo creo que nunca llamé a la radio, ni lo haría. ¿Qué sentido tiene llamar desde lo anónimo para confundir lo que es público con lo que es privado?
Pero supongamos que tenga sentido, y supongamos (que es mucho suponer) que esos mensajes tengan algo que ver con la realidad (porque me parece que la realidad pasa por un mundo que no llama a la radio, que hay que estar que estar un poco loco pa’ llamar a la radio) ¿no será que estamos tomando muy en serio lo que el diario dice y poniendo el centro de nuestra vida en lugares que son de la más estricta periferia? ¿No será que si usted tiene un canal que transmite noticias noticias durante las 24 horas, va a llegar un momento en que necesitará llenarlo con algo que no es representativo? ¿No será que, si en ese canal durante las 24 horas, diecisiete veces apareció un kioskero que fue asaltado, resulta ser que la incidencia del kioskero asaltado en la sociedad conteporánea está enfatizada y exagerada?
Deberíamos tratar de hacer el esfuerzo de alejarnos del discurso mediatico porque es un discurso peligroso. Un tipo que habla de lo que ve en la televisión todo el día, se va a idiotizar porque está todo estipulado.
- ¿La intensión primera de su programa de radio es tratar de abrir una senda diferente o hacer el programa así porque le gusta?
Lo segundo, y en concecuencias produce lo primero. Yo hago un programa para que guste a mí. No haría un rpograma distinto a mi beneplácito nada más que para gustarle a la gente, porque no fuera así, y fuera vivo, tendría que hacer “Bailando por un bizcocho”.
- ¿A qué cree que se debe el hecho de que el programa esté tanto tiempo en el aire? ¿Será que un grupo de personas se dieron cuenta de esa realidad mediatica?
Tal vez. Me gustaría que pasara eso. Si hay una cierta cantidad de personas (como parece que hubiera) interesadas de que por lo menos, una vez en el día, no le hablen de un camión volcó en la Panamericána, ya eso solo garantiza cierto éxito. No sé si somos buenos nosotros, pero si sé que hay algunas necesidades que solo nosotros cubrimos. Cierto humor relacionado más con los códigos existentes entre amigos de una cierta inteligencia. Y el hecho de que el programa empiece con una editorial que no tenga que ver con Cristina Kirchner, y sí con alguna cuestión del órden artístico, filosófico o histórico, y por más que no sean muy altos nuestros vuelos, yo creo que podemos encontrar en ese supuesto a mucha gente interesada.

Maica, la asistente, me pidió encarecidamente que la entrevista no superara los 40 minutos y a los 35 de empezarla cerré diciendo “no lo molesto más” y me puse de pie para despedirlo. “Pero no es molestia, es un gusto”, decía mientras señalaba la silla invitándome a tomar asiento una vez más.
“¿Cómo está Tucumán?” me preguntó.
Tiempo de grabación total 82 minutos. Pero en realidad charlamos por más, solo que Dolina en un momento decidí guardar el grabador.
Hablamos de política, medios de comunicación Radio 10, sus ganas de venir a Tucumán para realizar una transmisión de su programa y otros temas.
Entré de día, salí de noche. Hablando mal y pronto, llovía como si no hubiese llovido nunca”, y avenida Cabildo me veía pasar acaso suspirando. No por la nota, más bien por Maica.
Además, cuando apagué el grabador, Dolina mostró la hilacha: dijo un montón de malas palabras.
Subte Línea "D", y mi mirada contemplaba y en mi boca las muelas se apretaban: había estado con uno de los tipos que más admiro. Lejos, la entrevista que más disfruté de mi vida.


jueves, octubre 11, 2007

Ella



(Dedicado a Charol)
Se levantó temprano y mientras desayunaba repasó todo lo que debía hacer en la mañana cuyo clima se tornaba gris y torrencialmente lluvioso. Como música de fondo Cantañino otorgaba el buen humor y despertaba a la niña que, sabe bien, no es pero que visita de tanto en tanto.
Fue al banco a pagar cuentas y una señora desprovista de toda sincronización de fila se le instaló delnante robándole su turno. Ella no dijo nada, prefirió hacer su buena obra del día.
Cobró. Carterita gorda rorazón contento.
La imagen de su perro persistía en su mente y tuvo que entrar al ciber para postear un homenaje a su can.
De pronto todo se anuló. Las letras que formaban el nombre "Willy Crook" suprimió su noción de tiempo y espacio, y su paladar recordó el sabor del cabernet sauvignon. Pero el vino siempe recuerda a alguien, y como concecuencia del recuerdo de ese alguien recuerdó roces, texturas y temperaturas y con la sensación, sintió un leve calor en su rostro. Si, se reconoció exitada y se sintió viva.
Instintivamente pasó revista a sus contactos para que alguno cate el vino por comprar y también cate sus besos, siempre al ritmo de "Never" de Willy Crook.
Describió la situación en voz alta a un muchacho al que conocía muy poco pero realmente no sabía si quería que fuera él, aunque por fin el hombre no aceptó.
Moviéndose en la mesa de su computadora, el rachazo no la conmivió en los más mínimo gracias a su buen humor del día y "al cabo que ni quería", escuchó decir a su mente.
Llegó a casa y la ténue luz del día oscuro otorgó una imagen única a la sala, prendió un sahumerio, se quitó el jean, las medias y tan solo con un culotte blanco y una musculosa del mismo color abrió la botella de vino.
Se acercó, buscó el cd y "Never" de Willy Crook sonó.
Y así, en la soledad de su casa, al calor de la estufa bailó, y si bien no hubo compañero, la libertad se apoderó de ella y con éste una sensació única e irrepetible de erotismo.
Solo era ella, el vino, la luz, los aromas, el calor, y sus propias manos reemplazantes de compañía alguna, todo el tiempo, sin parar, al ritmo de "Never" de Willy Crook.

miércoles, octubre 10, 2007

Ricardo Tapia: "El 50% del Pepsi Music suena desafinado".



(Fotografía de Augusto Famulari)
Decir Buenos Aires no solo remite al Obelisco y a la 9 de Julio. También proyecta en la mente de algunos el barrio, los cafés de esos barrios, y en consecuencia, a las personas que habitan esos distritos. Esos barrios porteños, y sus parroquianos han sido plasmados en miles y miles de canciones, cuentos, poemas, leyendas y toda clase de relatos, artísticos o no.
Decir Buenos Aires (aunque no parezca) es decir también blues; género musical que nació siendo el lamento y canción de esperanza de los esclavos negros que eran flagelados a lo largo de las riveras del Río Mississippi en los Estados Unidos.
Con el paso del tiempo, el blues fue tomando forma hasta llegar al que hoy conocemos.
Se dice que en la Argentina fue popularizado por Javier Martínez. Así como en su país de origen el blues fue evolucionando hasta tener su sello propio, su forma de cantar, de expresar, de sentir, y por supuesto de tocar y La Mississippi fue, acaso, pionera de ese cambio.
Se formó en Florencio Varela, una localidad del sur de Buenos Aires en la República Argentina, realizando su debut en 1989 haciendo un clásico repertorio de blues. Pronto comenzaron a componer su propio material, debutando discográficamente en 1993 con "Mbugi", que contenía su gran éxito "Café Madrid" y que vendió 20.000 copias.
Está actualmente integrada por Ricardo Tapia (Voz, armónica, guitarra), Gustavo Ginoi (Guitarra eléctrica y coros), Claudio Cannavo (Bajo eléctrico, coros), Juan Carlos Tordó (Batería, percusión y coros), Eduardo Introcaso (Saxo alto y barítono, coro y arreglos de vientos), Marcelo Zeta Yeyati (Saxo tenor y flauta), Gastón Picazo (Piano y teclados).
La Mississippi es un grupo que aferra su música en los pormenores de la vida simple, prefiere hablar sobre los anhelos de progreso de un faenador de carne a las abstracciones de la cosmología cuántica (por dar un ejemplo). La Mississippi se refiere a amigos en un bar, a chicas que van y vienen, a hombres machos pero altamente vulnerables. Hombres de barrio, cantando y tocando a gente de barrio canciones que hablan de lo que ocurre en el barrio.

Ricardo Tapia, su líder y cantante (y no sé si llamarle cantor), aceptó esta y no en otro lugar más que en un bar ubicado en San Cristóbal y que permanece tal cual hace unos 70 u 80 años, lleno de madera, con una balanza de esas colgantes, cuadros de tangueros ilustres que alguna vez se sentaron "en sus mesas que nunca preguntan".
Ricardo elige una mesa junto al ventanal, observa el lugar, dice “espectacular”, y se pide un “trombón”.
“El bar es un lugar de reunión. Nuestras canciones apuntan a la mística del bar como lugar de reunión. Esa mística se está perdiendo. Es la hoguera donde la gente se juntaba a acercar la manito. En el bar es donde se gestaron la grandes canciones del tango, del folklore y del rock.”
- A tus 45 todavía te ¿juntás todavía en los bares?
A jugar al billar.
- Che, pero eso ¿no es cosa de viejos?
No, hay muchos pibes de 15 años que no sabés lo que juegan. El billar es un juego muy lindo. Y da para conocer gente grande, gente joven, artistas, médicos... Yo no tengo solo amigos músicos, también tengo amigos de otros géneros. Aparte pinto y dibujo y como que me junto con diferentes pastas de gente. Yo soy de muchos barrios. Como dice la canción de Los Gatos, “yo soy de ningún lugar”. Nací en Paraguay y Libertad, después de pibe estuve en Florencio Varela, de ahí me fui a La Plata y luego me mudé a Colegiales que es donde vivo desde hace 16 años y ya me asenté ahí... Y tuve varias profesiones.
- ¿Cómo cuáles?
Hice de todo... Hice mucho tiempo pintura de obra. Enseñaba inglés y necesitaba un laburo que me deje más moneda. Hacía todo lo que era madera... La verdad es que laburé en varias cosas.
- ¿Dé dónde aparecen historias como las que hay en estas canciones de La Mississippi como San Cayetano, Café Madrid, El Detalle y todas esas? ¿Son reales o surgieron a partir de las presiones de un compromiso comercial?
San Cayetano es una historia real. Nunca tuvimos compromisos comerciales porque no pensamos que nuestras canciones se vayan a vender. Tenemos la suerte de hacer lo que queremos y que a la gente les guste. Entonces disco a disco hacemos cosas diferentes, y eso a veces anda solo, y yo creo que esa es nuestra diferencia como banda de blues en la Argentina: nunca un disco es igual al otro; tienen diferencias.
En el caso de San Cayetano fue una historia real un poco transformada. Yo le puse un final, pero es la historia de dos personas de clases sociales que se encontraron el la cola de San Cayetano. Era ella del Opus Dei con mucho dinero y el era de la clase obrera con una muleta que lo recuerdo mucho. Es amigo de un pariente mío, me contó la historia y quedó la versión porque me parecía una historia totalmente fuera de lo común.
Café Madrid es el café donde yo iba de cadete. Está en diagonal al Obelisco en Diagonal Norte del lado del Colón. Yo laburaba a la vuelta y los dueños eran unos gallegos que nos hacían cuenta y después pagábamos a fin de mes todos los cadetes. Después del tema tuve cuenta muchos años (ríe). Ese lugar fue parte de Buenos Aires para mucha gente.
Y hay temas que salieron de la nada. Temas que son 80 por ciento imaginarios y 20 por ciento real. Eso es lo bueno de no tener que dar explicaciones.
Si yo digo que mi mujer se llama María muchos tipos van a pensar en su mujer.

- ¿Por qué La Mississippi no forma parte de las grillas de estos grandes festivales que están haciendo las multinacionales?
Estuvimos bastante tiempo en estos festivales. Tocamos en los mejores horarios y qué se yo. Pero las megaempresas que organizan estos medios conciertos, empezó a requerir demasiado de los artistas que están en estos festivales. Nosotros no tenemos convenios con nadie porque somos independientes y tenemos nuestra propia agencia.
En realidad nunca nos perjudicó, porque nosotros seguimos tocando y tocamos en los lugares que queremos. Pero no te perjudica no estar en el megafestival, al contrario: te coloca en un lugar aparte.
En estos lugares sucede todo lo que te imaginés. Todo lo peor que te puedas imaginar y mejor también. A nosotros nos interesa que sucedan las cosas que nosotros queremos que sucedan y no las que nos hagan suceder. Además ideológicamente tenemos una manera de pensar entonces no nos gusta que nos manipulen.
Alguien tiene que estar afuera de todo eso. De la misma sala donde ensayamos salimos La Renga, Los Redondos, y La Mississippi. Tres bandas que son independientes, la misma sala; me parece que no es casualidad. Todos ensayábamos en el mismo lugar y todos pensábamos lo mismo. Osea, si tenés una idea, la tenés; es así. Sería bueno que fueran respetuosos de los artistas independientes y que nos invitaran... pero no lo van a hacer, y la verdad no me importa.
El anteaño pasado tocamos en uno de esos “meganosecuanto”, no se si era Pepsi o Quilmes, y había más gente viéndonos a nosotros que al artista de PopArt afuera y Mario (Pergolini) transmitió nuestros recital y no el de ellos y eso no gustó mucho.
- Cuando imagino a La Mississippi imagino a una banda que siempre después de cada ensayo se come un asado...
Con tiempo sí. Pero a veces estamos muy apurados. Yo hago muchas cosas. Estoy con la prensa, hago la parte de editoriales, laburo con las obras, produzco otras bandas, entonces los ensayos son muy puntuales. El negro Tordó es el manager. Gustavo Ginovi enseña guitarra a chicos sin recursos en las villas de Florencio Varela desde hace muchos años. Pero cuando podemos nos tiramos unas carnecitas que nos tiran los muchachos de un frigorífico de Rosario.
-La canción “El matadero” nace a partir de ese frigorífico?
No, el de la canción es un matadero de Varela. El flaco (el protagonista de la canción) es un muchacho amigo mío que vivió en mi casa mucho tiempo. Yo vivía a seis cuadras del matadero y él laburaba ahí y se iba a laburar y volvía quemado, y le dedicamos una canción.
- ¿Estabas tan enojado como lo describe la canción “El fierro”?
Todo lo de “El fierro” nació como un chiste acerca de los jubilados que aparecían en el programa “La tuerca”. Tincho Zabala actuaba ahí y siempre decía “un día voy a agarrar un fierro y voy a entrar a dar y dar y dar”. Fue como un homenaje a eso y justo en ese momento (fines de 2001) estaba todo podrido y dejó de tener un sentido tragicómico y empezó a tener un sentido social. Las desgracias en la Argentina siempre toman trascendencia porque es un país dramático.
¿Por qué te creés que vienen tantos extranjeros? Porque creen que están en el Mayo francés constantemente. Vienen y les encanta ver banderas rojas y todo es emoción de algo. Yo conozco un montón de extranjeros que vienen acá para que les pase algo, porque en Europa no pasa nada; suecos y alemanes que me dicen “vamos a la macha, vamos a la villa”… Están a la búsqueda de una ebullición revolucionaria constante. ¿Sabés la cantidad de alemanitas lindas que van a cocinar para los villeros?
- ­Te gustan mucho a vos las minas ¿no..?
Seee… ¿A quién no le gustan mucho las mujeres? Las mujeres son espectaculares. No ha hecho Dios nada más perfecto que eso. Yo creo que se basó en eso, lo demás lo hizo de sobra. A nosotros nos hizo un apéndice como para poder encastrar…
- ¿Tuviste muchas mujeres?
No muchas. He tenido buenas y en buena calidad. Después ya me casé… llevo 22 años de casado.
Pero se dice que para un músico la infidelidad es inevitable…
La infidelidad no existe, lo que existe es el amor. Hay un secreto de por medio. El matrimonio lo que trae es el secreto, y con mi mujer ya lo descubrimos…
- ¿Y cuál es ese secreto?
No, no te voy a decir. Casáte y lo vas a saber. Mirá vos que te voy a decir acá sentados en esta mesa… Dejáte de joder…
­- Qué ice tu mujer acerca de las letras que escribís referidas a tantas mujeres…
Se caga de la risa. Ya me conoce.
La esposa de alguien que escribe no tiene que ser celosa como una piba de 14 años, tiene que ser adulta e inteligente. Puede que te toque una chica muy jovencita o tenga una crianza muy estricta (o no), probablemente no te tenga la fe necesaria porque vos no la merezca… Andá a saber ¿viste? Si alguien interfiere en una cosa artística la está destruyendo.
­Cambiando de tema, ¿no creés que los medios grandes se olvidaron de ustedes?
Mirá, te voy a decir un secreto: Cuando menos manija te dan y cuanto mejor tocás, mejor te va. Vos tenés que tocar lo tuyo siempre bien y en el mismo lugar insistir y siempre la gente va a verte. Y si no estás en un megaconcierto, la gente va a verte igual, probablemente porque es una contra reacción de todo eso. Lo importante es estar del otro lado. Alguien tiene que estar del otro lado. La gente cree que el megaconcierto es la finalidad de un músico, la finalidad es tocar y seguir y hacer la mejor música posible y tocada lo mejor posible y con lo máximo posible de calidad que puedas. El rock argentino en un momento tuvo calidad de exportación, como Invisible, Pescado Rabioso, Serú Giran… Ahora hay muy poco para exportar. Tiene que volver Soda Stereo y un montón de grupos para que suene a rock internacional. La mitad del rock nacional es una porquería, suena mal, tocan mal, desafinan, no estudiaron. Nunca vi tocar tan mal como ahora…
- ¿Y a qué creés que se debe?
Es glamour, es pavada. Es usar los signos y símbolos que están de moda y tocar para el culo. Siento que soy de la generación de los Rolling Stones, que aprendimos a tocar con los Stones (y eso es blues lo que tocaban los Rolling Stones) y cuando escucho una banda que toca “rolinga”, mal, me da vergüenza. Eso no se puede exportar y me da bronca que con los músicos grosos que hay en la Argentina, sobre todo en el interior, y todos estos mogólicos que desafinan estén arriba. El 50% de lo que escuchás en el Pepsi Music está desafinado. Ponélo como título… Pero ponélo ¿eh?

Hoy por hoy La Mississippi se encuentra abocada a un disco conceptual; canciones que estarán desarrolladas a partir de una sola historia: la de un boxeador.
Además están presentando un show de versiones de sus propias canciones con muchos invitados, pero ojo, versiones muy diferentes, al punto que “El detalle” ahora es tango.
Era una tarde soleada en un bar que se quedó en los años 20, revestido en madera, bien porteño.
Ricardo Tapia nunca se sacó las gafas de sol. Hablamos casi dos horas y pidió un trombón (nombre con el que se designaba a un vaso de vino) en copa acaso por aquella máxima que compuso que dice “un trago para ver mejor”.