sábado, abril 26, 2008

No entiendo



Quién hubiese sido capaz de abandonarla, con su pelo tan vulnerable a la brisa.
Quién es el que la omite con ese talento tan suyo de amar, con esa vocación para el beso desnudo. Cómo es que le dijeron “adiós” sin tener en cuenta su voz de arroyo serrano.
¿No sintió el olor de su cuerpo de óleo en el último abrazo, el bálsamo amigo que deja en el otro al abrazar?
¿Existe providencia que impida lavar sus pies por pisar donde el otro pisa?
¿Cómo decidir nunca más recorrerla de cuerpo entero, presente, muriendo finalmente en el concupiscente elástico de su braga rosa que ornamenta el sur de su abdomen?
Que lo explique el que se atreve.

domingo, abril 06, 2008

Pronóstico


Me siento impresionado, como ocurre sobre la superficie de la tierra cada vez que se aproxima un cataclismo.
Los cúmulus amontonados hacia el Sur presentan un aspecto siniestro; esa horripilante apariencia que he observado a menudo al principio de las tempestades. El aire está pesado y el mar se encuentra tranquilo.
A lo lejos, se ven nubes que parecen enormes balas de algodón, amontonadas en un pintoresco desorden, las cuales se van hinchando lentamente y ganan en volumen lo que pierden en número. Son tan pesadas, que no pueden desprenderse del horizonte; pero, al impulso de las corrientes superiores, fúndense poco a poco, se ensombrecen y no tardan en formar una sola capa de aspecto en extremo imponente. De vez en cuando, un globo de vapores, bastante claro aún, rebota sobre esta alfombra parda, y no tarda en perderse en la masa opaca.
Evidentemente la atmósfera se halla saturada de fluido, del cual también yo me encuentro impregnado, pues se me eriza el cabello como si me hallase en contacto con una máquina eléctrica. Me parece que si, en este momento, me tocasen mis compañeros, recibirían una violenta conmoción.
A las diez de la mañana se acentúan los signos precursores de la tempestad; diríase que el viento descansa para tomar nuevo aliento; la nube parece un odre inmenso en el cual se acumulasen los huracanes.
No quiero creer en las amenazas del cielo; mas no puedo contenerme y exclamo:
-Mal tiempo se prepara.
(De "Viaje al centro de la tierra" de Julio Verne).