Amar a alguien, se dice, es rendirse. Una especie de entrega que va más allá de toda voluntad. Es
Esa meca puede reducirse al lugar en donde todas esas almas sensibles peregrinan una vez por año en busca del arrebatamiento cual profeta Mahoma o Elías.
Vivir en el cielo (estar enamorado) no implica ponerse al nivel de Dios y esto encuentra justificación en que Jehová no se rinde a los pies de nadie, y el enamorado, aunque siente algo parecido a la divinidad se avasalla ante el otro o ante algunas manifestaciones del otro, esto es, caricias, besos, miradas, gestos, modos de hablar, tonos, movimientos, posturas, señas, códigos, inspiración, expiración, abrazos, tacto, olor, sexualidad y maneras de expresarlas, inteligencia, humor, ímpetu, seguridad, y métodos de resolución de problemas.
Por todas o cualquiera de estas manifestaciones el enamorado se somete aunque también ejerce poder sobre el otro.
El enamorado no tiene voluntad propia al punto que el peor de sus males es la pérdida del ser amado y la voluntad que ejerce sobre él.
Otros alegan que amar es vivir una serie de sensaciones en el pecho, en el estómago y nada más.
Algunos se animaron a decir que aman pero que no experimentan lo que se explica al inicio de este texto.
Personas experimentadas en las justificaciones dicen que cada ser ama de distinta manera. Por ejemplo, algunos alegan que su forma de amar no está precisamente en acariciar a su pareja. Ciertos casos pueden atestiguarse a diario cuando padres de unos 60 años le dicen a sus esposas e hijos “así amo yo. No acaricio pero trabajo.”
Hay sin embargo algunos que tienen maneras insólitas de amar. Este es el caso de personas que aman sometiéndose pero esta vez en un sentido literal. El destinatario del amor lo humilla, lo atormenta, y da por tierra todo respeto y consideración hacia el otro. A veces golpea, y el enamorado parece cometer errores adrede para que su pareja lo discipline una y otra vez con reprimendas dignas de un inquisidor.
Casi, pero un poco, al contrario de estos, están los que aman sirviendo. El otro no ignora sus atenciones pero tampoco las agradece, por lo menos en forma visible.
No olvidemos a esos que a su forma de amar se la califica como “ciegamente”. La verdad es que no comprendo muy bien el término pero se parece a venerar al otro a pesar de sus defectos físicos y/o de carácter, situación socioeconómica, historial espiritual, de pareja o policial.
Los que aman en secreto. Aquellos que nunca, o por un tiempo determinado revelarán su amor. Dentro de esta especie, están los que se enamoraron de su mejor amiga/o, de la pareja de otro/a, de un primo/a hermana, de un ser perteneciente a otra religión, de un/a evangélico, de un simpatizante de Racing Club de alguien de otra raza, de un/a pobre diablo/a, de un profesor/a o el extremo e incestuoso caso de un hermano/a. Algunos homosexuales que no han declarado al mundo su elección sexual, aman en secreto y yo creo que en ellos se da la mayor parte de los casos. La magnitud del sufrimiento del amante hermético es directamente proporcional al tiempo que el secreto sea guardado.
Lo cierto es que el amor y la ausencia de él ha desvelado a todos por lo menos una vez en la vida. Algunos no solo pasaron una noche en vela, sino que hasta se privaron intencionalmente o no de la vida misma. Pero los tiempos que corren en este mundo globalizado no son testigos de hechos tales.
Se ama desde la vaga pero visible idea de una eternidad de pasión que tal vez no existe a sabiendas de que decir “vaga pero visible” consoliden cierta contradicción en una misma frase. Si bien es cierto que se escribieron kilómetros de historias de amor eterno y miles de horas en telenovelas de pasión, en la realidad, en el trajín diario, no se han conocido ninguna que haya terminado como en los culebrones o en las novelas de Shakespeare.
Cada historia de amor, tiene un final y de seguro el lector en este momento ha de estar maldiciéndome o deprimiéndose.
Sin embargo, la idea de una devaluación amorosa futura inspirar a amar más, ahora que se puede, ahora que se siente; morir de amor, como dicen.