
Tres hombres, tres mil trillones de células reproductivas, empujadas por el avance avasallador e inminente de la testosterona, activada por la cerveza, que enlatada con una capacidad de 350cc. en las manos del que ha caído al antro equivale al vasito del odontólogo.
Y se baila, como primate. Se relojea como búho buscando la coincidencia de contemplaciones. Cuando el encuentro se lleva a cabo, no se mira a la muchacha, se la escanea.
Tres hombres. Bailan. Gritan, hacen chistes. Carcajadas de camionero. Detrás, la progesterona en toda su efusión, moviendo lo que mueven los primates hembras aprovechando la luz negra para la acentuación curvilínea. Y la manifestación hormonal masculina, a esa altura ya es una revolución rusa. El zarismo ha caído. Rasputín no se hace cargo de las últimas dos sílabas de su apellido y quiere demostrar su virilidad.
Los muchachos buscaron la entrada perfecta, aunque se antecedieron ellas: pidieron foto. Recurso ambiguo: ¿pidieron solo con el ánimo de plasmar una instantánea o de conocer al grupo? No. Querían conocer al más lindo.
Pero la hormonidad de ellas es compatible a la de los muchachos y el grupo, pragmático, nada irasible y generoso de actitud, hizo parte abrió inscripción.
La noche llegaba al fin. El país enteró arengó el retorno triunfante del la canción “lenta” y la gitana dio con el gusto. Sonó el primero, los muchachos miraban, meta echarle carbón a la locomotora. Las chicas solo miraron el suelo.
Las células reproductivas, las hormonas y la revolución cayó en el precipicio cuando la advertencia cortó la pasividad de la melodía: “estamos todas de novias”.
Aún así, el pragmatismo hizo bandera, y para no ejercer el ejercicio humillante del derrotado cuyo estandarte de “poronga” se arrantra sobre la polvora de la guerra perdida, los muchachos allí se quedaron.
Sonó “Amazing”, “Presente”, y algunos dignas de un telo de $18. La imagen se proyectó sobre cuatro chicas y tres hombres en ronda moviendo sus cuerpos sin siquiera tocarse, aunque ese momento estaba premeditado para tacto y el intercambio de fluidos.
Cantando la canción con el gesto de quien está en el concierto del intérprete, en suma, este relato es el registro de En suma, cuatro pelotudos bailando lento pero solos.
Y se baila, como primate. Se relojea como búho buscando la coincidencia de contemplaciones. Cuando el encuentro se lleva a cabo, no se mira a la muchacha, se la escanea.
Tres hombres. Bailan. Gritan, hacen chistes. Carcajadas de camionero. Detrás, la progesterona en toda su efusión, moviendo lo que mueven los primates hembras aprovechando la luz negra para la acentuación curvilínea. Y la manifestación hormonal masculina, a esa altura ya es una revolución rusa. El zarismo ha caído. Rasputín no se hace cargo de las últimas dos sílabas de su apellido y quiere demostrar su virilidad.
Los muchachos buscaron la entrada perfecta, aunque se antecedieron ellas: pidieron foto. Recurso ambiguo: ¿pidieron solo con el ánimo de plasmar una instantánea o de conocer al grupo? No. Querían conocer al más lindo.
Pero la hormonidad de ellas es compatible a la de los muchachos y el grupo, pragmático, nada irasible y generoso de actitud, hizo parte abrió inscripción.
La noche llegaba al fin. El país enteró arengó el retorno triunfante del la canción “lenta” y la gitana dio con el gusto. Sonó el primero, los muchachos miraban, meta echarle carbón a la locomotora. Las chicas solo miraron el suelo.
Las células reproductivas, las hormonas y la revolución cayó en el precipicio cuando la advertencia cortó la pasividad de la melodía: “estamos todas de novias”.
Aún así, el pragmatismo hizo bandera, y para no ejercer el ejercicio humillante del derrotado cuyo estandarte de “poronga” se arrantra sobre la polvora de la guerra perdida, los muchachos allí se quedaron.
Sonó “Amazing”, “Presente”, y algunos dignas de un telo de $18. La imagen se proyectó sobre cuatro chicas y tres hombres en ronda moviendo sus cuerpos sin siquiera tocarse, aunque ese momento estaba premeditado para tacto y el intercambio de fluidos.
Cantando la canción con el gesto de quien está en el concierto del intérprete, en suma, este relato es el registro de En suma, cuatro pelotudos bailando lento pero solos.