Qué será de mi patio, mi níspero, las rosas de la abuela y la puerta lateral de mis fechorías. El banco de la plaza, el alambrado de la escuela, la pelota pinchada y los pantalones que en pocos meses ya no andaban.
Cuanta más barba acumule, mejor se conserva la mejilla suave de aquel niño que conserva en ella los besos, las caricias, los suspiros.
Cuanto más recuerdo, más espero, más amo, más lloro y menos quiero volver. Porque allá donde fui tal vez no me conozcan, tal vez ya no me esperen con algún chocolate, o me inviten un partido. Acaso parezca yo ahora un fantasma, o apenas tenga unos gestos, un aire, pero no ya los ojos, la boca, la voz.
Pero estoy tranquilo.
Cuantos más autos pasen por esa calle, más habrán de imprimir la huella de mis zapatillas corriendo una diagonal para hacer el gol que me convirtió en un Maradona.
Cuantos más se golpeen los cubiertos sobre los platos, más perdurará el eco del igual sonido que hacía mi abuela al pisar bananas con miel.
Cuantos más hombres miren a Silvina, más privilegiado seré por ser el primero que le puso los ojos.
Cuantas menos fotos, menos lejano, menos llanto y más sonrisas.
Todavía está la pared de mis cincuenta y un números, antes de salir a gritar “piedra libre” y las capas de pintura y nuevos revoques no le han hecho nada.
Cuanto más grande me haga yo, más vivo se hará aquel. Cuando ya llegue mi muerte y me escondan en un agujero por siempre, será el momento en que se escuchará una voz bien aguda al grito de “piedra libre para vos”.
sábado, septiembre 04, 2010
Retrospectiva
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