En días jueves la redacción de el periódico es, por momentos, insoportable. Se acerca el fin de semana y comienza la cuenta regresiva para cerrar la edición. Corridas, celulares que suenan, correcciones, malidecencias al aire, estrés por doquier, puchos, puchos, más puchos.
Pido silencio porque tengo que hacer una entrevista telefónica y debo activar el altavoz del teléfono para grabar. Pero sé que mi pedido será en vano: todo el mundo está nervioso. Pecho a las balas, no juzgo, también yo me pongo insoportable cuando llega la hora del cierre.
“¿Hola?”, suena en el parlante chillón del aparato. “Sí... ¿Daniel?”, pregunto. (Hace un tiempo atrás llamé a Ligia Piro, me atendió Susana Rinaldi mamá de la muchacha. Yo ni sabía, y le corté porque Ligia no estaba. Gil).
“Sí, soy yo. ¿Cómo le va...?”, dice y apenas con el sonido cálido, amable y hospitalario de su voz, la redacción enmudece.
“¿Con quién habla Juan Pablo?”, se preguntan de mesa en mesa. “Con Daniel Melero”, se corre la bolilla.
Los ochenteros y noventeros de pura cepa saben bien quién es. Los amantes de la electrónica nacional actual también. Pero los periodistas de la redacción que hacen política, economía, campo, y quizá, algunos de los que leen la nota no.
Su nombre figura en más de cincuenta discos. Pionero de la música electrónica argentina, es el faro ineludible de toda tendencia vinculada al rock. Daniel Melero nació el 12 de enero de 1958 en el barrio de Flores, en Buenos Aires, Argentina. Claro, nombrar ese barrio en Tucumán puede no significar nada, pero es un barrio con una avenida llamada Rivadavia donde proliferan cuadras y cuadras con bares, pubs, y discos de todos los géneros.
Se dio el lujo de grabar Canción animal junto a Soda Stereo, tan en boga por estos días y un disco electrónico junto a Gustavo Cerati que titularon Colores Santos.
Nombrar y contar cada uno de los discos en los que trabajó no se puede en este semanario, así que usted, preocúpese luego en buscar la info en Internet, que yo le propongo que lo escuchemos. Sí, que lo escuchemos, porque a Melero nunca se lo lee, siempre se lo escucha.
Quedamos en el “¿Cómo le va?”
- Qué buen laburo tenés...
- Yo no lo considero un laburo, creo que es más bien una vocación. El otro día hablaba con Diosques (uno de sus músicos y producidos), que casualmente es de Tucumán, y me decía “trabajar es tan feo que te pagan por eso”. Yo logré vivir de la música pero no era una meta en sí misma, era una intriga.
- ¿Desde qué edad tocás?
- Estudié guitarra dos meses cuando era chico. Era el peor del curso y la profesora se veía obligada a separarme del resto de los chicos que estudiaban.
- ¿Qué diferencia hay entre el músico de 20 años y el músico que ya está por cumplir los 50, que ya está dedicado a su esposa, a su casa...?
- Los discursos de uno tienden a cambiar. Cuando no cambian uno debería preocuparse. Creo que no hay nada más patético que un tipo grande hablando como si fuera un adolescente en sus letras. No es interesante ni para alguien que creció con él ni para un chico joven.
- Y en música parece que ese discurso se modifica... ¿Van teniendo mayor sensibilidad los discos?
- En el proceso que he tenido con la música, cada vez menos me interesan mis ideas. Me atraen más los contenidos que otros tienen y, casi te diría, administrar esas ideas y sumarle a eso una visión que tenga yo, pero recién en el último estado. Para mí, la mente es el lugar más aburrido que hay.
- ¿Creés que en Acuanauta (su último disco) se percibe esa sensibilidad?
- Siento que ese disco es como uterino. Hay como una especie de fuga absoluta y retorno. Pero en realidad los discos que menos recuerdo son los últimos y los otros los recuerdo más que nada a través de la gente. Cuando hago un disco estoy abandonando esas ideas. Acuanauta tiene más de un año y en este momento este buceador está en aguas profundas buscando otras cosas. Siempre me costó hablar de mis discos anteriores. Para mí, todos los discos son obras inconclusas.
- ¿Encontraste algo en esas aguas que estás navegando?
- Sí. En este momento estoy trabajando con el grupo con el que voy a ir a Tucumán, con un sistema muy extraño que consiste en que yo muestro un embrión de una canción, lo canto, y dejo una maqueta que no va a ser usada, y me voy, y ellos trabajan ahí sobre lo que les parece. Ese es el material de lo que está pasando en el disco que estamos grabando. Sería como un “produciendo a Melero” en donde Melero también se suma pero como post productor y me atrae mucho porque siempre he tocado con los músicos que admiro. Creo que haber llegado a este nivel de entregar este campo de la producción a otros sin excluirme, me está dando una cantidad de alegrías, ideas e impresiones fabulosamente nuevas con la música.
- Estás dejando “surgir a los pibes”…
- Sería un tonto si no lo hago. No lo hago porque sencillamente se me ocurrió a mí, porque sencillamente soy consciente de con quiénes estoy y por eso conviene correr el ego.
- Nombráme tres discos fundamentales para Melero…
- Si me tengo que ir a una isla desierta me llevo Low de David Bowie… (piensa)… mmmm… (piensa). No, me llevo solo ese para no tener tanto dilema. Es ese y me llevaría algunos libros y algunas películas como La venganza de Andrómeda, o cualquier película de Jodorowsky. De libros me llevaría… (piensa) Uf… “Ficciones” de Borges.
- Ese libro no parece tan loco como lo que nombraste…
- Estas equivocado... ¿eh? ¿Lo has leído?
- No…
- “Ficciones” es un libro tan importante que es el único libro que en las cátedras de física cuántica de la Universidad de Princeton es leído como materia debido a las ideas que contiene. Borges en ese libro plantea cosas que recién están empezando a ocurrir. Si querés ser físico, tenés que leer “Ficciones”. Para mí la física y la genética son las dos formas más altas de arte poético; mucho más que ciencia.
En ese instante le revelo a Melero que en la redacción no vuela una mosca y que todos, en sus escritorios, están escuchándolo solo a él. Se ríe y grita “¡disculpen!”.
La voz, la presencia y los relatos del músico nos hicieron olvidar del parlante chillón del teléfono. Pero claro, la mejor versión de Melero no es esa, sino su música, entre los sintetizadores, las laptops, su semillero de músicos, su pentagrama, desde siempre plasmado en un microchip desde siempre plasmado en pentagramas no en atriles, mas bien en monitores de LCD.
3 comentarios:
No sabés lo que me está costando conseguir "Travesti", un discazo, pero no pude, al final, conseguí todas las canciones menos una, pero no es igual, el objeto-disco también comparte el concepto.
Pero lo bueno cuesta, o no?
Gracias por compartir la charla, y por hacer algo para que alguno más se interese en la música de este capo.
Un abrazo.
Grosso!!!
Sabes...
yo escuche unos temas antes de q salga a la luz....
Tengo buenos contactos....je je
besotes!
La pasamos muy bien el sábado.
Ojalá volvamos pronto.
DM
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