Mis abuelos eran dos españoles que llegaron a la Argentina huyendo de la Guerra Civil Española, que asoló ese el país entre el 17 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939, concluyendo con la victoria de los rebeldes y la instauración de un régimen dictatorial de carácter fascista. A la cabeza del cual se situó el general Francisco Franco. Además de que supuso un desenlace, principalmente a raíz de la llamada Revolución social española de 1936, entre las principales ideologías políticas de carácter revolucionario y reaccionario (o contrarrevolucionario) que entonces se disputaban en Europa y que entrarían en conflicto poco después, estaban el fascismo, el carlismo, el constitucionalismo de tradición liberal burguesa y el Socialismo de Estado del PCE y la Komintern (liderada por el régimen de Stalin en la URSS), y los diversos movimientos revolucionarios: socialistas, comunistas, comunistas libertarios, anarcosindicalistas o anarquistas, y poumistas.
Enrique López y Fernández, mi abuelo paterno, escultor decorador de fachadas, fue combatiente y, luego de su captura, condenado a muerte en el paredón. Nunca supe a qué bando perteneció, aunque intuyo que si fue sentenciado con la pena capital y estuvo detenido, seguramente no perteneció a los franquistas.
Mientras esperaba su muerte, por alguna razón que también desconozco, su condena no fue llevada a cabo y partió junto a mi abuela, Dolores Capel, (cosechadora de olivares) y su primer hijo (mi tío José). Nunca supe se si huyó a la Argentina o emigró legalmente.
Tampoco estoy enterado de la fecha de llegada y mucho menos acerca de su puerto primero, si Buenos Aires o Rosario (podría ser Río de Janeiro también). Lo que sí sé es que su primera morada fue una caballeriza de esta ciudad santafesina en donde vivía un familiar.
Mientras esperaba su muerte, por alguna razón que también desconozco, su condena no fue llevada a cabo y partió junto a mi abuela, Dolores Capel, (cosechadora de olivares) y su primer hijo (mi tío José). Nunca supe se si huyó a la Argentina o emigró legalmente.
Tampoco estoy enterado de la fecha de llegada y mucho menos acerca de su puerto primero, si Buenos Aires o Rosario (podría ser Río de Janeiro también). Lo que sí sé es que su primera morada fue una caballeriza de esta ciudad santafesina en donde vivía un familiar.
Aunque no conozco el año exacto de llegada, entiendo que vivieron la era dorada de Perón dado que mi padre nace en Rosario en 1952.
Cuando yo era muy niño, preguntaba de Perón a mi abuela y ésta me contaba que la Argentina era "el país más rico del mundo. Los bancos apilaban verdaderas torres de lingotes de oro en sus halls dado que no cabían en las cajas de seguridad". También me contó que lloró con tristeza por Evita y que le rezó muchísimo. "Evita iba en los trenes tirando dinero al aire para la gente del campo que era muy pobre".
Cuando yo era muy niño, preguntaba de Perón a mi abuela y ésta me contaba que la Argentina era "el país más rico del mundo. Los bancos apilaban verdaderas torres de lingotes de oro en sus halls dado que no cabían en las cajas de seguridad". También me contó que lloró con tristeza por Evita y que le rezó muchísimo. "Evita iba en los trenes tirando dinero al aire para la gente del campo que era muy pobre".
Tampoco sé en qué año llegaron mis abuelos, mi tío y mi padre a Tucumán. Sin embargo creo que en los 60 con el peronismo proscripto ya residían en esta ciudad norteña.
Más tarde pasó lo que muchos conocen, y mientras Perón era ungido Presidente por tercera vez en el período 1973 - 1977, mis abuelos eran los porteros de un edificio céntrico tucumano llamado "Castilla" ubicado en calle San Martín frente a la Casa de Gobierno de Tucumán. Mi padre, Enrique López Capel, tenía 25 años cuando el presidente Perón muere y asume su esposa "Isabelita", (creyó el pueblo que el diminutivo "ita" haría los mismos efectos que hizo en la primera esposa de Perón).
Desde los 70, la Argentina pasó por períodos de lucha ideológica alentados por las proezas de Fidel y el Che en Cuba. El país se dividía entre la Izquierda y la Derecha. Esa lucha era tan sistematizada que en esa década, con y sin Perón, surgieron diversas agrupaciones políticas armadas con planes estratégicos de toma, resistencia o mantenimiento del poder.
Más tarde pasó lo que muchos conocen, y mientras Perón era ungido Presidente por tercera vez en el período 1973 - 1977, mis abuelos eran los porteros de un edificio céntrico tucumano llamado "Castilla" ubicado en calle San Martín frente a la Casa de Gobierno de Tucumán. Mi padre, Enrique López Capel, tenía 25 años cuando el presidente Perón muere y asume su esposa "Isabelita", (creyó el pueblo que el diminutivo "ita" haría los mismos efectos que hizo en la primera esposa de Perón).
Desde los 70, la Argentina pasó por períodos de lucha ideológica alentados por las proezas de Fidel y el Che en Cuba. El país se dividía entre la Izquierda y la Derecha. Esa lucha era tan sistematizada que en esa década, con y sin Perón, surgieron diversas agrupaciones políticas armadas con planes estratégicos de toma, resistencia o mantenimiento del poder.
Tucumán era el laboratorio de lo que vendría a partir del 76.
En los cerros y montes tucumanos, guerrilleros de izquierda planeaban una revolución que, mediante el "Operativo Independencia", fue frustrada por el entonces interventor militar de Tucumán, el General Antonio Domingo Bussi.
Dos años después, el gobierno de facto lo nombraría Gobernador con la suma del poder público.
En aquella década, mi padre disfrutó sus años mozos en forma, si se quiere, apolítica.
Yo nací en el 79, bajo la dictadura que, naturalmente, pasó sin inmutarme.
Así como le pregunté a mi abuela por Perón, también le pregunté por un tal Bussi. Me dijo que hacía encerar la Plaza Independencia; que los bronces de la Casa de Gobierno brillaban como oro y que en su época no había linyeras, ni borrachos en las calles, y, menos que menos, mugre en el centro.
A mi padre no le tocó el Servicio Militar Obligatorio, aunque a veces insistía con los cortes de pelo bien "prolijo", el famoso y castrense corte "Medio americano". Cuando no le prestaba atención en ciertas cosas, me imponía que ante sus órdenes yo contestara "Si señor".
Nunca fue amigo del rock, más bien de "Palito Ortega", "Leo Dan" y alguno de esos personajes.
Pasó el tiempo y cuando ya tenía 13 o 14 años trabajaba con mi padre en una camioneta de reparto de las flamantes latas de gaseosas que recién llegaban a la Argentina. Las vendíamos y repartíamos en las localidades de Tucumán, en sus cabeceras de departamentos y en ciudades más pequeñas.
Yo había descubierto a Sui Generis (quién no a esa edad) y sus canciones existencialistas, sutilmente contestatarias al sistema. Todos unos hippies. Un día decidí poner un cassette de la banda mientras recorríamos las rutas. Al poco tiempo de reproducción, papá me obligó a cambiar "esa música".
Nuestro itinerario consistía en recorrer cabeceras de departamentos del sur de Tucumán y sus diferentes localidades. Un día de poca venta, la pusión exploradora y Magallanezca de mi padre nos situó en pueblos alejados en el pedemonte precordillerano. Recuerdo el nombre de algunos: Teniente Berdina, Pueblo Independencia, Soldado Maldonado, Capitán Cáceres, entre otros que no recuerdo.
"No sabía que existían estos lugares", le conté a mi padre a lo que contestó: "Estos pueblos los fundó Bussi. Son fundamentalmente obreros de la caña de azúcar".
Papá habló de las obras de Bussi y de alguna manera halagó al ex Gobernador, y dado que sentía idolatría por mi padre, me quedé con esa idea.
Hoy, en este mismo momento, mientras escribo este post, caigo en que tres de estos pueblos tienen nombres de militares, y el nombre Pueblo Independencia, seguramente celebra la victoria del Operativo Independencia que se llevó a cabo en esas zonas.
Me puse a buscar acerca de los nombres de estos tipos, y no encontré nada.
Julieta Teitelbaum era una adolescente de 17 años cuando aceptó ser mi novia. Yo tenía 18.
Mis abuelos ya habían muerto y mi padre había corrido la suerte inmigrante de ellos, yéndose a España cuando el desempleo había llegado a sus índices más altos durante el período presidencial de Menem.
Julieta quería estudiar filosofía. En tanto Bussi se candidateaba para Gobernador. "¿A quién vas a votar en esta tu primera vez?", me preguntó, "a Bussi", le contesté.
No sabía de la otra historia del gobierno militar. Tampoco sabía lo que provocaban mis hormonas en aquel tiempo, pero todo lo que pasaba por mi cabeza era el sexo. Entonces Julieta se puso en la difícil tarea de explicarme paso a paso, la historia de Bussi. Acaso porque es judía, y aunque era casi agnóstica, creo que lo hizo porque aquel Proceso de Reorganización Nacional que comprendió el período entre los años 76 y 83 tenía un marcado perfil antisemita.
Ella habló de los desaparecidos y la metodología utilizada por militares, paramilitares, policías y grupos parapoliciales para desaparecerlos.
Con los años, afortunada o lamentablemente, mis hormonas se calmaron. Mi mente devino en la curiosidad: leer, preguntar, leer, leer, leer y luego supe que mi profesión iba a ser la de periodista.
Hace apenas tres días, Antonio Domingo Bussi, fue condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad en San Miguel de Tucumán.
Asistí al juicio y en la audiencia recordé una conversación con mi abuelo unos 20 años antes. Horrorizado (horrorizándome), el viejo relató los pormenores de la guerra en el campo mismo de la batalla y tomándome fuertemente del brazo me aconsejó siempre huir de la guerra aunque sean mis convicciones fueran pilares de concreto. También me dijo, que los Napoleón y los San Martín se habían muerto pues en el 2000 (esto lo mencionó en los 80), las guerras iban a ser netamente tecnológicas, y que Estados Unidos por ser el país bélico más poderoso del mundo, sería el dueño del planeta.
Mi abuela, hizo sus aportes, pero desde el lado civil del conflicto. Hombres y mujeres escondicos en refugios bajo tierra escuchando los bombardeos y sintiendo el sacudir de la tierra con la lluvia de bombas. El sonido de las sirenas cuando se acercaban aviones enemigos; sed y hambre en todo momento y la vuelta al hombre primitivo que salía en minutos de tranquilidad a buscar un perro o cualquier otro animal que los alimente.
Finalmente, durante y después del juicio a Bussi, los que me rodean, los que conozco, los que frecuento y los que no conozco, se sumieron en un debate que concluye, de los dos lados, con un rotundo “lo que hizo Bussi estuvo bien” o “lo que hizo Bussi estuvo mal”.
Los medios de difusión también se subieron a su vereda. El hombre lloraba al momento de su declaración y el país se conmovía. Algunos por su sufrimiento, otros por la "desfachatez" del llanto.
Por ese juicio, por lo menos los tucumanos abrieron nuevamente el debate. ¿Hizo bien? ¿Hizo mal? ¿Fue un buen hombre y los otros los malos, o los otros ern buenos y Bussi el villano?
No hubo caso, por más que me pidieron opinión, no podía dejar de ponerme en ninguno de los dos lados. Todo mi corazón y mi conciencia me dice: soy pacifista. No estoy de acuerdo con el hombre que empuña un arma porque ese hombre sabe que en algún momento habrá de usarla y matar a otro hombre para conseguir algo que quiero o quieren, me parece el camino errado.
Acaso sea que mi pocisión nace a partir de leer acerca de Gandhi, y todo lo que consiguió solo con la palabra.
Lo peor, es que creo que los desaparecidos de este país, en su enorme mayoría, fueron hombres y mujeres que nunca empuñó una pistola.
Hoy por hoy, tengo 29 años. He visto los ojos de quien protagonizó una guerra. Un muy buen chiste, o una alegría de corazón, alteraban sus labios para la sonrisa , más no así con sus ojos. La mirada triste parecía haber sido tallada en sus ojos para siempre. La guerra parece dividir en los que las presencian dos hemisferios en el rostro: uno norte congelado y morfológicamente perpetuo y uno sur, que responde a los estímulos momentaneos. El gesto alegre de mis abuelos parecían dos caras a la vez, en los labios de la felicidad superficial, y los ojos de recuerdos que no se borran.
Este post no es la celebración por la condena de un hombre macabro, este es un homenaje aquellos que en aquellos tiempos de hostilidad y estado de sitio permanente, abogaron y murieron por la paz.
Que la paz sea con aquellos que murieron por mantener la paz (pero no con otra pistola, palos, piedras o puños).
NUNCA MÁS.
11 comentarios:
me gustó muchísimo, como ya te comenté.
siempre amé que me contaran historias de abuelos y viajes, de inmigrantes, porque en definitiva la mayoría de los rioplatenses somos descendientes de inmigrantes.
mis abuelos y otra gente de la que he tenido el gusto de escuchar recuerdos, me han ayudado a añorar pasados ajenos, a recordar con cariño cosas vividas por otros como si fueran memorias propias.
hay que mantener siempre encendida la llama de la memoria, por los que no están y por los que quedamos. no para quedarnos en el pasado, sino para construir el futuro con historia.
y sobre la paz, totalmente de acuerdo. por eso comparto con muchos personajes la utopía pero no la puesta en práctica.
abrazos
A veces usted me sorprende.
Eso es bueno.
Beso
Uno no puede poner, en personas que podrían ser nuestros abuelos, tamañas atrocidades. Eso cuesta. Cuesta imaginar que esas manos añosas, ajadas, sean ejecutoras, torturadoras, capaces de infundir el peor de los pánicos...
Creo que es la peor de las contradicciones: la fragilidad propia de la edad con un bagaje abultado de aberraciones inolvidables para los que las vivieron y pueden contarlo.
Ojala el tiempo alcance para que, los que siguen en su lucha, puedan vislumbrar solo un poquito de la justicia que se merecen...
Increíble posteo, además.
Siempre siempre que escuchó historias de abuelos y abuelas me arrepiento de no haber escuchado a los míos...
Al menos pude rescatar un poquitito de una parte mi historia...
Que estes bien...
Besos
La historia argentina para mi nunca se la va a contar entera, Bussi no lo mato a Vargas Aignasse yo se y me lo conto un tipo de la Granja Modelo que vio como lo mataban los montoneros por buchon.
Pero en fin, las dos partes fueron culpable de todas formas no opino de politica, religion y futbol temas para pelea no?
Saludos Juan!
Por la MEMORIA.
Para NO OLVIDAR.
PARA PENSAR.
PARA CRECER.
Porque no, no más de lo mismo. No otra vez.
NUNCA MÁS.
Que nos sirva, que no se olvide. Es lo único que pido/espero.
Ni mis bisabuelos ni abuelos tuvieron que emigrar a ningún sitio, pero sí te puedo decir que le hicieron más de una "perrería" a más de uno después de la implantación del régimen franquista... A mi bisabuela le raparon el pelo únicamente por llevar un pañuelo rojo al cuello, y posteriormente le dieron una especie de "purgante" vía oral que le causó daños estomacales...
La memoria de una sola persona puede fallar, pero no la de miles de ellas... La guerra civil fue una masacre, pero como todas las guerras... Inhumanas todas...
Un saludo
Me gustó mucho tu relato, Juan. Lo leí con atención. Un abrazo.
A veces la gente comete errores, irreparables en la vida,las politicas y las guerras, dividen a la gente, que a veces está en un bando o en otro sin a penar percibir lo que está pasando, lo malo es que siempre hay muchos que mueren, unos porque creen en la patria, otros porque les obligan y la mayoria en el medio de la lucha de unos y otros, que casi siempre es para obtener poder y dinero y muy pocas para el enriquecimiento de un pueblo.
A veces la gente comete errores, irreparables en la vida,las politicas y las guerras, dividen a la gente, que a veces está en un bando o en otro sin a penar percibir lo que está pasando, lo malo es que siempre hay muchos que mueren, unos porque creen en la patria, otros porque les obligan y la mayoria en el medio de la lucha de unos y otros, que casi siempre es para obtener poder y dinero y muy pocas para el enriquecimiento de un pueblo.
Que sorpresa la nuestra cuando todo lo que nos contaron nuestros abuelos lo leemos en un libro y resulta que no era tan así como ellos lo dijeron...
A mi también me pasó algo así...
no sabés como te entiendo... el estar en medio de los extremos no es nada fácil...
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