Se conectan, se llaman, se reunen o se encuentran en la cancha. Todos juntos, “lo’h pibes”, salieron la noche anterior. El sábado de la ducha más profesional, del boxer caro (por las dudas), de polvo Véritas en la pelvis también por las dudas (algunos apelan al Axe en el escroto), el mismo que terminará en el cuello salvo que mamá haya comprado un perfume a la vendedora de Avon.
En el caso de ellos, camisita planchada (nunca remera) dentro del jean, de esos con bolsillos en las piernas, y zapatos náuticos marrones.
Pelo con baño de crema, aliento sin chicle y alguno que otro, un Renault 12.
Como ya hace calor, en el baño de los adonis mojan su cabeza y menean sus rulos en la pista.
Tomaron, como vikingos, ríeron, como tales pero no bailaron: dieron vueltas al asecho de la presa de escote, la dueña de todos los halagos, la reina de la noche. Y el glamour se apartó de ellos.
Cada una de las niñas de atención llamar, rechazó los favores prometidos y el objetivo, en el ocaso de la noche, ya dejó su lado selectivo por el azaroso.
Alguno de ellos tuvo suerte. El beso creció cual hiedra en la pared de la pista.
Ya el domingo, sea de donde sea el encuentro de cazadores, la orden del día establece el balance de la noche anterior.
El que besó, sonríe orgulloso. El que no, reprocha:
-Qué te agrandás… semejante bagre que te chapaste.
-Bueno che, era lo que había…
Todos ríen.
Las historia no es ficción; las imágenes no son mera coincidencia, se repite cada fin de semana.
Nosotros, los que en ningún centímetro de nuestro cuerpo hemos sido moldeados por el dios de la belleza, hacemos oprobio de la mujer conquistada: “era lo que había”, nos excusamos.
Perdón, ¿no será que también uno “era lo que había”?
Cuántas veces el erótico momento vivido con una mujer de belleza notable haya sido vapuleado por sus congéneres al día siguiente mediante un “qué bagre te comiste anoche” y el consecuente “era lo que había” sin que uno se entere.
La conquista de una mujer, en los varones, no busca en su totalidad el placer propio, sino la aprobación unánime de los demás. El “bagre” es motivo de vituperios, risas y burlas (aunque cuando un “bagre” macho se levanta una flor de mina, dicen “mirá la diosa esta con el gil que sale… debe tener mucha plata o así una p…”).
Si bien es cierto que la Pampa Argentina a dado la mejor carne del mundo, el hallazgo ha favorecido en su mayoría a las mujeres. Los hombres argentinos somos, mayormente feos.
He visto la luz; una de las verdades fundamentales de mi vida, la cual imprimió la cuestión en mi mente: ¿será que todo este tiempo el “bagre” fui yo cegado por el machismo? Definitivamente sí, por que “era lo que había”.
Ahora soy feliz porque el “es lo que había” termina por disparar la pregunta retórica fundamental para el autoestima alto: “Qué tendrá el flaquito”.
En el caso de ellos, camisita planchada (nunca remera) dentro del jean, de esos con bolsillos en las piernas, y zapatos náuticos marrones.
Pelo con baño de crema, aliento sin chicle y alguno que otro, un Renault 12.
Como ya hace calor, en el baño de los adonis mojan su cabeza y menean sus rulos en la pista.
Tomaron, como vikingos, ríeron, como tales pero no bailaron: dieron vueltas al asecho de la presa de escote, la dueña de todos los halagos, la reina de la noche. Y el glamour se apartó de ellos.
Cada una de las niñas de atención llamar, rechazó los favores prometidos y el objetivo, en el ocaso de la noche, ya dejó su lado selectivo por el azaroso.
Alguno de ellos tuvo suerte. El beso creció cual hiedra en la pared de la pista.
Ya el domingo, sea de donde sea el encuentro de cazadores, la orden del día establece el balance de la noche anterior.
El que besó, sonríe orgulloso. El que no, reprocha:
-Qué te agrandás… semejante bagre que te chapaste.
-Bueno che, era lo que había…
Todos ríen.
Las historia no es ficción; las imágenes no son mera coincidencia, se repite cada fin de semana.
Nosotros, los que en ningún centímetro de nuestro cuerpo hemos sido moldeados por el dios de la belleza, hacemos oprobio de la mujer conquistada: “era lo que había”, nos excusamos.
Perdón, ¿no será que también uno “era lo que había”?
Cuántas veces el erótico momento vivido con una mujer de belleza notable haya sido vapuleado por sus congéneres al día siguiente mediante un “qué bagre te comiste anoche” y el consecuente “era lo que había” sin que uno se entere.
La conquista de una mujer, en los varones, no busca en su totalidad el placer propio, sino la aprobación unánime de los demás. El “bagre” es motivo de vituperios, risas y burlas (aunque cuando un “bagre” macho se levanta una flor de mina, dicen “mirá la diosa esta con el gil que sale… debe tener mucha plata o así una p…”).
Si bien es cierto que la Pampa Argentina a dado la mejor carne del mundo, el hallazgo ha favorecido en su mayoría a las mujeres. Los hombres argentinos somos, mayormente feos.
He visto la luz; una de las verdades fundamentales de mi vida, la cual imprimió la cuestión en mi mente: ¿será que todo este tiempo el “bagre” fui yo cegado por el machismo? Definitivamente sí, por que “era lo que había”.
Ahora soy feliz porque el “es lo que había” termina por disparar la pregunta retórica fundamental para el autoestima alto: “Qué tendrá el flaquito”.